Javier Mardel me avisó que Eduardo Lizalde ingresaría a la Academia Mexicana de la Lengua el jueves 24 de mayo, en una ceremonia de admisión a realizarse en la Biblioteca de México "José Vasconcelos", que se ubica en Balderas y que es dirigida por el poeta. Contestaría el discurso don Ernesto de la Peña.
Fuimos. Javier Mardel, Mauricio Yáñez, Ulisses Paniagua, Eduardo Arana "El tío" y yo. El discurso de Lizalde, interesantísimo: "La poesía mexicana, esplendor e infortunio", un muy informado recuento de cómo la poesía mexicana, a pesar de su gran calidad y aportaciones a la lengua que nos une, ha sido más bien ignorada por los lectores, editores y escritores de España. Desde el Virreinato, siendo Sor Juana el caso emblemático, pasando por el s. XIX y hasta los Contemporáneos. Ojalá que pronto la Academia Mexicana de la Lengua ponga el discurso en línea.
Lizalde es con toda seguridad el mayor poeta de su generación. Un hombre rebelde e iconoclasta con el lenguaje al que domina y tuerce en sorprendentes versos que no pueden soslayarse. Su obra más celebrada, El tigre en la casa, no me gusta. Sin embargo, es tal su habilidad lingüística, tan certera la puntería de su discurso, que no puedo negarlo y tampoco quitármelo de la cabeza. Lizalde escribe versos que yo no escribiría, que me resulta muy difícil aceptar, pero a los que sucumbo porque lo hace con extraordinaria maestría.
Lizalde es, además, un poeta sumamente versátil. Su obra no puede aburrir a nadie. Ha explorado y desandado muchos caminos, siempre con extraordinario rigor e implacable autocrítica. Se sabe que renegó de la corriente de vanguardia que propuso con sus amigos de generación, el "poeticismo", que junto con José Revueltas, se apartó del Partido Comunista Mexicano, hastiados de la pobreza intelectual de su política.
Ahora Lizalde es un ilustre miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (ALM) que "Limpia, fija y da esplendor". El lema suena anquilosado y ortodoxo para un hombre como Lizalde que es todo menos eso, iconoclasta hasta el tuétano.
Pero una mirada atenta al presidium prueba que la Academia Mexicana de la Lengua es todo menos ortodoxa o cofradía de académicos puristas: Miguel León-Portilla, Alí Chumacero, Carlos Montemayor, Jaime Labastica, Vicente Quirarte, Silvio Zavala, Andrés Henestrosa, Margo Glantz y el mismo Ernesto de la Peña, por mencionar algunos.
La ALM se ha enriquecido con mentes extraordinarias cuya obra ha enriquecido el lenguaje, en lugar de clausurarlo con la mirada puesta sólo en atavismos y el ingreso de Lizalde a la Academia es una muestra más de su apertura.
Desafortunadamente, la prensa cultural brinda muy poca atención al trabajo de esta institución y a sus notables miembros. La ceremonia fue tan relativamente poco concurrida, considerando la trascendencia del hecho y la presencia de tan grandes mentes en ella, que resultó más bien una reunión entre amigos, lo que no hace sino evidenciar la gran incultura de los reporteros culturales y/o de sus jefes.
Recomiendo mucho la entrevista de Fernando García Ramírez a Eduardo Lizalde.
Fuimos. Javier Mardel, Mauricio Yáñez, Ulisses Paniagua, Eduardo Arana "El tío" y yo. El discurso de Lizalde, interesantísimo: "La poesía mexicana, esplendor e infortunio", un muy informado recuento de cómo la poesía mexicana, a pesar de su gran calidad y aportaciones a la lengua que nos une, ha sido más bien ignorada por los lectores, editores y escritores de España. Desde el Virreinato, siendo Sor Juana el caso emblemático, pasando por el s. XIX y hasta los Contemporáneos. Ojalá que pronto la Academia Mexicana de la Lengua ponga el discurso en línea.
Lizalde es con toda seguridad el mayor poeta de su generación. Un hombre rebelde e iconoclasta con el lenguaje al que domina y tuerce en sorprendentes versos que no pueden soslayarse. Su obra más celebrada, El tigre en la casa, no me gusta. Sin embargo, es tal su habilidad lingüística, tan certera la puntería de su discurso, que no puedo negarlo y tampoco quitármelo de la cabeza. Lizalde escribe versos que yo no escribiría, que me resulta muy difícil aceptar, pero a los que sucumbo porque lo hace con extraordinaria maestría.
Lizalde es, además, un poeta sumamente versátil. Su obra no puede aburrir a nadie. Ha explorado y desandado muchos caminos, siempre con extraordinario rigor e implacable autocrítica. Se sabe que renegó de la corriente de vanguardia que propuso con sus amigos de generación, el "poeticismo", que junto con José Revueltas, se apartó del Partido Comunista Mexicano, hastiados de la pobreza intelectual de su política.
Ahora Lizalde es un ilustre miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (ALM) que "Limpia, fija y da esplendor". El lema suena anquilosado y ortodoxo para un hombre como Lizalde que es todo menos eso, iconoclasta hasta el tuétano.
Pero una mirada atenta al presidium prueba que la Academia Mexicana de la Lengua es todo menos ortodoxa o cofradía de académicos puristas: Miguel León-Portilla, Alí Chumacero, Carlos Montemayor, Jaime Labastica, Vicente Quirarte, Silvio Zavala, Andrés Henestrosa, Margo Glantz y el mismo Ernesto de la Peña, por mencionar algunos.
La ALM se ha enriquecido con mentes extraordinarias cuya obra ha enriquecido el lenguaje, en lugar de clausurarlo con la mirada puesta sólo en atavismos y el ingreso de Lizalde a la Academia es una muestra más de su apertura.
Desafortunadamente, la prensa cultural brinda muy poca atención al trabajo de esta institución y a sus notables miembros. La ceremonia fue tan relativamente poco concurrida, considerando la trascendencia del hecho y la presencia de tan grandes mentes en ella, que resultó más bien una reunión entre amigos, lo que no hace sino evidenciar la gran incultura de los reporteros culturales y/o de sus jefes.
Recomiendo mucho la entrevista de Fernando García Ramírez a Eduardo Lizalde.
Ernesto de la Peña y César Guerrero
Foto: Pascual Borzelli Iglesias.
César Guerrero y Eduardo Lizalde
Foto: Pascual Borzelli Iglesias
Comentarios
Desconocedor como soy de ese mundo tan bello de las letras, únicamente me quedó reconocer que presencié un diálogo entre gigantes y que, como en los toros, repentinamente surgió la magia, lo que supongo sucedió en el evento al que refieres.
Un abrazo