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"Innovar para la política pública y el impacto social". Entrevista con Francisco Barnés, ex rector de la UNAM

Foto: Ignacio Galar


Entrevisté al ex rector de la UNAM, Francisco Barnés, para la revista Comercio Exterior del BANCOMEXT (Nueva época, Número 21, enero - marzo de 2020, pp. 8-11). Comparto aquí su contenido: 


INNOVAR PARA LA POLÍTICA PÚBLICA Y EL IMPACTO SOCIAL

Por César Guerrero Arellano


Francisco Barnés cuenta con una destacada trayectoria en materia de vinculación universidad-empresa; labor que impulsó al frente de la Facultad de Química de la UNAM, del Instituto Mexicano del Petróleo, como rector de la misma Universidad Nacional y ahora desde la junta de gobierno de la Fundación México-Estados Unidos para la Ciencia (Fumec). En esta entrevista, expone un panorama de los desafíos que impone la revolución digital a las instituciones de educación superior y plantea dos propuestas disruptivas: consorcios de innovación para enfrentar con alta tecnología problemas públicos complejos y desarrollos tecnológicos públicos de alto impacto social.


Ante el trepidante avance de la tecnología, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrentan las instituciones de educación superior?
En todas las actividades humanas el conocimiento crece en forma exponencial y el espectro de actividades profesionales es cada vez más amplio, por lo que continuamente hay que redefinir planes y programas de estudio. Muy pronto mi generación se dio cuenta de que era necesario reaprender. Una licenciatura, incluso un posgrado, te ubica en un momento de actualización determinado, pero cada profesión, sus instrumentos y el conocimiento relevante se modifican con el paso del tiempo. Las universidades, incluidas las mexicanas, han tomado iniciativas para cambiar sus programas de estudio y la metodología con la que se imparten. Ante el acceso a información por medios electrónicos, deben orientar a los estudiantes hacia fuentes adecuadas, dando a la información un uso pedagógico. Habilidades blandas, como plantear un problema y resolverlo integrado a un equipo multidisciplinario, tienen un valor creciente en la formación de un egresado.

Inclusión o alto desempeño. ¿Hacia dónde debe orientarse la universidad en la era digital?
En un país como el nuestro ambos deben ser satisfechos. El alto desempeño es determinante en la formación de los profesionales de alto nivel que el país requiere para transformarse a sí mismo. Hay una fuerte correlación entre el alto desempeño, el éxito profesional y el liderazgo en la sociedad. De ninguna manera podemos abandonarlo, haríamos un gran daño al futuro del país y a la actividad de los próximos profesionistas. Por otra parte, es de estricta justicia que un segmento más amplio de la población acceda a carreras profesionales y técnicas, y también la mejor inversión que una sociedad puede hacer. Las universidades deben hacer un esfuerzo adicional con quienes tienen menos recursos económicos e intelectuales. En la experiencia de la UNAM, si las becas económicas se complementan con tutorías en el primer año de la carrera —particularmente en materias básicas como matemáticas o el manejo del idioma—, se mejora el desempeño de los alumnos en los siguientes cursos y se incrementa de manera significativa la eficiencia terminal. Los estudiantes que al inicio postergan una materia menos crítica para llevar estos cursos de tutoría, recuperan el tiempo en los siguientes semestres.

¿Cómo asegurar planes de estudio vigentes, que correspondan a la dinámica del siglo XXI?
La mejor forma de actualizarse es con programas de vinculación: permiten estar al día en los temas que los egresados enfrentarán y hacer a un lado los menos relevantes o que se resuelven con nuevos instrumentos o procedimientos. Vincular a grupos docentes, de investigadores y de alumnos en temas de compleja solución es una combinación muy exitosa. El estudiante se prepara mejor; el profesor tiene una noción más clara de los temas, metodologías y tecnologías en la práctica profesional; y la investigación puede contribuir a ella con nuevo conocimiento o mejoras. Asimismo, aún con profesores de tiempo completo, todas las universidades del mundo abren espacios para que profesionistas exitosos dediquen una fracción de su tiempo a la formación de estudiantes y a discutir con sus colegas los temas que enfrentan, pues contribuyen a una mejor formación profesional.

¿Cómo se benefician las instituciones académicas de los vínculos con la industria?
La labor de una universidad está definida en tres grandes rubros: formación de recursos humanos, generación de conocimiento y su divulgación a la sociedad. La labor en cada una de estas actividades se puede enriquecer, si quienes las realizan se involucran con problemas reales de la empresa, el gobierno o el profesionista independiente. La transmisión al estudiante de modelos de comportamiento, motivación, uso de herramientas profesionales o del conocimiento para enfrentar un problema determinado es más eficaz si de manera continua colabora en actividades de vinculación. La universidad puede impartir cursos especializados a profesionistas, participar en desarrollos tecnológicos o generar conocimiento para resolver problemas de interés público. En correspondencia, hay un flujo de recursos adicionales que la universidad puede destinar a la infraestructura y equipamiento de avanzada; a recompensar económicamente a los profesores, y a otorgar becas o complementos de beca a estudiantes que están participando en estas actividades. Pero el beneficio mayor para la Universidad es la retroalimentación que recibe a lo largo del proceso que le permite cumplir de manera más relevante con las funciones sustantivas que la sociedad le ha encomendado. Bien planteado y manejado, es una forma en la que todo mundo sale ganando y aumenta significativamente la eficiencia de un sistema y su impacto en el desarrollo de un país.

¿Cuál es su evaluación sobre la forma en que se vinculan las universidades y las empresas en el país? ¿Qué medidas podrían fortalecerla?
Tenemos una práctica esporádica y modelos exitosos que aún no tienen el alcance necesario para dar mayores resultados. Son insuficientes los incentivos para que las instituciones nacionales de formación y de investigación que el propio Estado ha construido, recorran ese camino. Las empresas se acostumbran a buscar tecnología foránea en vez de arriesgarse a desarrollar una propia, una de las áreas fundamentales de vin­culación. Debe valorarse mejor la importancia de articular la academia con diferentes niveles del Estado mexicano o con los sectores privado e independiente.

La vinculación académica es válida desde la astronomía hasta la zoología, pasando por todas las letras del abecedario. Una de las experiencias exitosas de vinculación que más me han sorprendido es que el gobierno británico durante un tiempo siempre incluía a un filósofo en grupos multidisciplinarios para analizar problemas complejos. Su punto de vista enriquece la discusión y el análisis, y el filósofo fortalece su experiencia y la transmite a los jóvenes que está preparando. Si incorporamos a especialistas universitarios y a jóvenes en formación a la solución de problemas complejos —particularmente los que enfrentan las instituciones públicas—, y además ofrecemos incentivos al sector productivo para que se vincule con ellos, todos se benefician: habrá mayor actividad económica y competitividad internacional.


En su experiencia al frente de la Máxima Casa de Estudios, ¿cómo es posible vincular con éxito la academia con la industria, especialmente en universidades públicas?
La Facultad de Química, el caso que mejor conozco en la UNAM, desarrolló una creciente oferta de programas de actualización, de demanda amplia o específica para empresas y sectores profesionales. Se ha capacitado a especialistas de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad, de las firmas de ingeniería, de la industria química, de la industria farmacéutica y de laboratorios de bioquímica clínica. Han sido cursos exitosos a lo largo de los años, algunos se convierten en diplomados permanentes, incluso en maestrías. Por otra parte, hace 30 años la Facultad centralizó los equipos analíticos de mayor costo e impacto para el uso de investigadores académicos, y para brindar apoyo y asesoría a la industria. Su laboratorio especializado de servicio a la industria farmacéutica se ha vuelto un referente nacional en pruebas de bio­disponibilidad, bioequivalencia o efecto terapéutico para que las autoridades sanitarias aprueben la introducción de nuevos medicamentos al mercado.

Se impulsó, asimismo, el desarrollo de cátedras financiadas por una empresa nacional o internacional sobre un tema de interés general, formando personas que tarde o temprano se incorporan al aparato productivo, al tiempo que los integrantes de los comités académicos, tanto los de la industria como los de la Facultad, se actualizan, aprenden e identifican áreas de oportunidad. Con apoyo del Conacyt, el patronato de la Facultad ha promovido en los últimos años una empresa universitaria llamada “Vinculación química”, un instrumento para el desarrollo de proyectos de interés para la industria. Empieza a tener resultados interesantes y a servir de modelo para otras dependencias universitarias y diversas instituciones de enseñanza de la química del país. Para que la Universidad Nacional cobre esos servicios se ha construido el andamiaje normativo requerido.

¿Cómo se puede aumentar la inversión en investigación y desarrollo? ¿Qué debe hacerse para atraer y crear más empresas de base tecnológica?
Este fenómeno se da cuando los diferentes sectores de la sociedad —gobierno, empresa y universidad— se dan cuenta de que trabajando juntos pueden llegar más lejos. En sintonía, atraen y/o desarrollan empresas de base tecnológica que pueden integrar más fácilmente insumos de alta tecnología a sus productos.

¿Cuentan las empresas con incentivos adecuados para fortalecer sus vínculos con las universidades?
La Fumec, de cuya junta de gobierno formo parte, ha desempeñado un papel esencial desde hace 25 años al identificar las mejores experiencias internacionales y adaptarlas al entorno mexicano; la formación de consorcios en la industria aeronáutica es un buen ejemplo de ello. Ha trabajado de cerca con los consorcios de la industria automotriz y en la incorporación de tecnologías avanzadas a la producción y comercialización de los productos agrarios mexicanos para que cumplan los controles de sanidad requeridos para su exportación. Con un fondo inicial constituido a partes iguales de ambos gobiernos, promueve esquemas de vinculación entre entidades del gobierno federal; iniciativas de los gobiernos locales; universidades e institutos de investigación, y empresarios.

Sabemos de su importante labor en la promoción del sector energético del país. ¿Qué experiencias exitosas de investigación y desarrollo tecnológico nos puede compartir? ¿Es posible replicarlas en otras actividades económicas?
Una de ellas fue el desarrollo y la optimización de diferentes catalizadores que el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) hizo por muchos años con miras a procesar los crudos mexicanos en las mejores condiciones y reducir costos, y para que los productos finales cumplieran con las características requeridas para cada mercado. Desafortunadamente, perdió vigencia por los esquemas normativos adoptados posteriormente. Pero todavía funciona muy bien el desarrollo de especialidades químicas para la industria petrolera. El IMP tiene una cantidad considerable de patentes registradas en México, y muchas a nivel internacional. La mayoría son innovaciones sobre formulaciones existentes en el mercado, que permiten un mejor desempeño. En algunos casos, la molécula misma ha sido desarrollada por el IMP y, en otros, en colaboración con diversos centros de investigación. En los proyectos de investigación financiados por la industria de hidrocarburos, uno de los mejores modelos ha sido el que integra grupos multidisciplinarios (investigadores y especialistas del IMP trabajando en colaboración con investigadores universitarios y profesionales de la industria petrolera).

En la industria eléctrica, uno de los más importantes fue el desarrollo que, en su momento, colocó a México en el tercer o cuarto lugar de grandes productores de electricidad geotérmica, el cual realizó la CFE, el Instituto de Investigaciones Eléctricas y empresas proveedoras de equipos. Con el Instituto de Biotecnología y la Facultad de Química se han desarrollado productos interesantes que llegan al mercado: un par de empresas nacionales se están convirtiendo en líderes mundiales de productos antiviperinos y de antiveneno de alacranes con desarrollos propios, sus sueros se están exportando a África, Europa y Estados Unidos.

¿Con qué fortalezas cuenta México para encarar el reto de lo digital?
Los modelos con los que gestionamos las empresas del país datan de hace 15 o 20 años. Podríamos incorporar los avances en el manejo de grandes volúmenes de datos que hubo en ese lapso a modelos de previsión climática para administrar mejor las cuencas hidráulicas. Por sí solas, instituciones como el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) no cuentan con instrumentos y presupuesto suficientes para emprender proyectos de esa envergadura y responsabilidad, sería ideal que lo mejor de la inteligencia nacional participe en consorcio en la solución o el aporte de tecnologías.

En cada actividad del sector público hay áreas de oportunidad: diseño de redes eléctricas inteligentes o de una plataforma de licitaciones públicas con información robusta y actualizada que garantice honestidad y transparencia, que médicos en zonas marginadas usen internet satelital para acceder a la mejor información disponible en los hospitales de excelencia, que el INEGI optimice el aprovechamiento de la información disponible en sus bancos de datos en colaboración con los mejores especialistas de las instituciones académicas y de los centros de investigación del país. Seguimos en la prehistoria en muchos de estos modelos de colaboración y, cuando los tenemos, repetidamente y sin importar el partido, el siguiente gobierno los desmantela porque decide reinventar el hilo negro o porque encuentra cuatro manzanas podridas, desperdiciando así las experiencias exitosas de donde podíamos partir. Típicamente hemos hecho esto en México una y otra vez. Los países exitosos en el desarrollo tecnológico asumieron hace tiempo la responsabilidad de poner instrumentos de política pública al alcance de las empresas para impulsar el desarrollo tecnológico y favorecer su vinculación con universidades e institutos de investigación. Esa es la vía.

¿Tienen los investigadores universitarios incentivos apropiados para desarrollar soluciones tecnológicas? ¿Qué debería hacerse para fomentarlo?
Hay desarrollos tecnológicos con alto impacto social en los que la propiedad del conocimiento debería ser un instrumento más de la política pública. En ámbitos de claro interés económico es mejor y más eficiente que la propiedad permanezca en el ámbito privado, pero en los problemas de claro interés social, como las vacunas contra enfermedades tropicales que no reditúan a las farmacéuticas o la implementación de nue­vas tecnologías para impulsar el desarrollo de áreas marginadas del país, es más eficaz que el Estado posea las patentes desarrolladas en universidades o centros de investigación públicos, autorice usarlas sin costo a quienes contribuyan al bien público y las licencie a quienes las comercialicen fuera del país. En vez de subsidiar el dispendio de métodos tradicionales de distribución de agua y energía, conviene desarrollar tecnología de estufas rurales más eficientes y menos contaminantes, sistemas de riego y paneles solares más eficientes para comunidades marginadas, que incrementarían su productividad y nivel de vida. Los equipos adquiridos con financiamiento público para estos propósitos podrían integrar insumos nacionales y, por esta vía, incentivar la actividad económica y la generación de valor.

A su juicio, ¿qué sectores de la investigación y el desarrollo tecnológico en México se han encadenado con éxito en la economía global y por qué?
Hay ejemplos en la industria nacional donde afortunadamente sí se han desarrollado tecnologías que se colocan en mercados internacionales, como el fierro esponja del Grupo Monterrey, que en su momento se comercializó por todo el mundo para la industria siderúrgica. Sin embargo, tanto el sector público como el privado han sido históricamente conservadores ante el desarrollo tecnológico. La tecnología de punta no se adquiere en el mercado y, a costa de no asumir los riesgos de desarrollar tecnología propia y adecuada a nuestras necesidades, se pagan las regalías de la que está disponible, con lo que perdemos competitividad.

Como estudiante de doctorado, fue coautor de una patente en Estados Unidos. ¿Cuál es la importancia de la protección intelectual para desarrollar conocimiento y tecnología?
Son fundamentales las reglas de protección y el registro de la propiedad intelectual que se desarrolla en los centros de investigación del Estado o financiados por éste. Para demostrar que un producto tiene valor en el mercado se requieren instrumentos que permitan el paso del prototipo a la demostración industrial. Normalmente, en los países tecnológicamente más desarrollados esta labor cuenta con el respaldo de instrumentos de capital que asumen el riesgo. México tiene pocos instrumentos que financien la fase incipiente de los proyectos; Nacional Financiera ha desarrollado algunos. Cuando uno entra en un proyecto específico, el riesgo es muy alto, pero si lo hace en diez, con que uno o dos funcionen se cubren las pérdidas del resto. Por eso se necesitan más instrumentos financieros, que surjan de la iniciativa privada o promovidos por el Estado, pero que estén a la altura de los retos que impone el desarrollo tecnológico del país.

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