"De la innovación al emprendimiento: la experiencia del ITESM". Entrevista con Arturo Molina, vicerrector de Investigación y Transferencia Tecnológica del Tecnológico de Monterrey
Comparto aquí la entrevista que le hice a Arturo Molina, vicerrector de Investigación y Transferencia Tecnológica del Tecnológico de Monterrey, para la revista Comercio Exterior del BANCOMEXT (Nueva época, Número 21, enero - marzo de 2020, pp. 12 - 15).
DE LA INNOVACIÓN AL EMPRENDIMIENTO: LA EXPERIENCIA DEL ITESM
Por César Guerrero Arellano
Con la mirada puesta en el futuro, el Tecnológico de Monterrey se ha arriesgado a transformar el modelo de enseñanza universitario. Pionera en impulsar en el país la cultura emprendedora y en el uso de las tecnologías en la educación, su apuesta debe tomarse muy en serio. En esta entrevista, su vicerrector de Investigación y Transferencia Tecnológica explica cómo formarán egresados con capacidades más allá de lo disciplinar. El Dr. Molina cuenta con una amplia trayectoria internacional en el impulso a pymes de base tecnológica en las que él mismo participa, y gracias a ello puede identificar por qué los incentivos actuales son insuficientes.
El Foro Económico Mundial cita un estudio que estima que 65% de los niños que hoy cursa la escuela primaria tendrá una profesión que aún no existe. Frente a ese contexto, ¿cuáles son los principales desafíos de las instituciones de educación superior?
Primero, seguir desarrollando competencias matemáticas, lectoras y de razonamiento lógico, que sirven a cualquier disciplina y profesión para entender y resolver problemas. Asimismo, las universidades tienen el reto de cambiar su enfoque tan disciplinario por uno enriquecido con competencias diferenciadas, como la cultura tecnológica, dada su creciente influencia en nuestro día a día. En el Tec de Monterrey también hemos empezado a trabajar con la habilidad de desaprender: ante nuevos comportamientos, modelos de negocio y tecnologías, es necesario no hacer las cosas siempre de la misma manera. Ante un mundo incierto y en constante cambio, con trabajos que hoy no existen y constantes tropiezos, la resiliencia y la capacidad de riesgo son esenciales.
Cuando Google lo sabe todo, ¿cuáles deberían ser las competencias más valoradas de los egresados?
Google tiene información de todo, pero no lo sabe todo. No puede procesar todo el conocimiento ni tampoco alcanza a razonar todo. En el Tec hemos identificado siete competencias que llamamos “las siete C”. Estas son autoconocimiento y gestión, para construir proyectos de bienestar personal y profesional; emprendimiento innovador, que permite generar soluciones innovadoras y versátiles; inteligencia social, para crear entornos efectivos de colaboración y negociación; compromiso ético y ciudadano, imprescindible para el desarrollo de proyectos que buscan la transformación del entorno y el bienestar común; razonamiento para enfrentar la complejidad; comunicación, oral y escrita en multilenguajes, para entender mejor los distintos contextos; y transformación digital, para construir soluciones mediante la incorporación inteligente de tecnologías de vanguardia.
¿Cuáles son las características y los objetivos principales de su nuevo modelo educativo?
Le llamamos Tec 21 y lo comenzamos a diseñar hace cinco años, lo pusimos a prueba en varios programas académicos y finalmente lo lanzamos en agosto 2019 para todas las carreras del Tec. Las siete C que mencioné se integran como los brazos de la columna vertebral que es lo disciplinar (médicos, ingenieros, administradores, abogados, diseñadores…). Un segundo aspecto del modelo es que, dado que la educación superior no aplica el conocimiento adquirido, estamos guiando el aprendizaje hacia la solución de retos; con base en lo que han aprendido, cada cinco semanas presentamos a los alumnos un problema real a resolver, planteado por gobiernos, empresas o la sociedad. En tercer lugar, flexibilizamos el programa académico con base en trayectorias. Un joven no necesariamente ha definido qué quiere ser, así que encontrará tres bloques: el primer año y medio es de exploración, son accesos a disciplinas, como ciencias sociales o de la salud, negocios, ingenierías o estudios creativos. Luego decide y se enfoca, concluye materias torales de la carrera que eligió a tres años de su ingreso. El último año, se especializa. Es un desafío, nadie más se ha atrevido a cambiar toda la currícula. En eso somos líderes a nivel mundial.
¿Cómo lo recibieron la comunidad estudiantil y la planta docente, cuál es su balance?
Su diseño tomó muy en cuenta a los estudiantes y sus procesos de aprendizaje, así que están muy entusiasmados. Un factor relevante son los profesores, sus creadores. Abordar un reto con los estudiantes y ver cómo aplicarán su conocimiento a la búsqueda de soluciones es mucho más intenso que una cátedra tradicional, requiere otro tipo de competencias. Para todos es un esfuerzo académico y de trabajo mayor. Nos han pedido que ajustemos el ritmo, pero estamos convencidos de que hará que los alumnos sean muy exitosos. En Europa, los retos se han aplicado en algunos programas académicos, no en toda la universidad como hicimos nosotros, así que han venido muchas instituciones a ver lo que está pasando. Las universidades hemos hecho casi lo mismo por siglos, debemos cambiar para generar graduados que puedan enfrentar los retos del futuro.
¿Inclusión o alto desempeño, hacia dónde debe orientarse la universidad?
No me parece correcto presentar como antagónicos estos conceptos. Son muy importantes y se deben alinear y sumar. Por naturaleza, el ser humano tiene diferentes formas de aprender: de manera visual, quinésica, abstracta, etcétera, así que la inclusión significa oportunidades equitativas para todos y educación de alta calidad desde la educación básica. El reto es que las universidades eduquemos con estándares mundiales al 100% de los aspirantes. Como dice Thomas Friedman, “el mundo es plano”: México y el mundo necesitan graduados que puedan competir internacionalmente, y nuestro país será más competitivo si creamos condiciones para que se queden en México con buenas oportunidades de desarrollo profesional.
¿Cuáles son las mayores aportaciones del Tec en innovación y desarrollo tecnológico?
Ha hecho dos grandes aportaciones, entendiendo que innovación no es solo artefactos. La más sobresaliente es su cultura de emprendimiento. Fuimos la primera universidad en América Latina en fomentarla de manera obligatoria, no sólo para crear empresas, sino como espíritu de resiliencia, liderazgo y trabajo en equipo. Pero como emprendimiento clásico, somos la única universidad de América Latina que está considerada en el ranking Princeton Review de universidades emprendedoras, aparecemos en el octavo lugar. Como parte del festejo de nuestro 75 aniversario, el año pasado hicimos un estudio con exalumnos y encontramos que 41% de nuestros egresados, más de 200 mil, ha creado empresas (con enfoques distintos, entre ellos organizaciones no gubernamentales) que generan cerca de 223 mil millones de dólares al año, el 19% de la economía mexicana. La segunda aportación es el uso educativo de las tecnologías de la información y la comunicación. Fuimos la primera universidad del país con internet y que usó la computadora de manera significativa, y también en desarrollar portales virtuales para la formación de todos nuestros docentes y alumnos. En el salón de clase aplicamos muchas tecnologías, como la de realidad virtual y aumentada, hologramas...
Este año iniciamos un hub de innovación para abrir oportunidades de negocio a tecnologías y empresarios mexicanos en China. Con él, transferimos nuestro modelo de laboratorio remoto a la Universidad Hangzhou Dianzi, de la que Jack Ma fue profesor. Es un laboratorio físico con una agenda virtual, que brinda acceso a educación experimental a cualquier persona en el mundo las 24 horas los siete días de la semana. Lo inauguramos hace unas semanas, junto con el rector de la universidad, ahora nos están pidiendo otros proyectos que podríamos escalar. Con esta tecnología rompemos una limitante de inversión en laboratorios físicos, lo que tendrá un impacto en los siguientes años. Si logramos impactar en la economía china, que es de mil 400 millones de personas, como Tec de Monterrey seremos grandes transformadores de la educación en los próximos años.
¿Los investigadores universitarios tienen incentivos apropiados para involucrarse en la industria y contribuir al desarrollo tecnológico del país?
El comportamiento es según la evaluación. En el mundo, los incentivos se alinean con la generación de conocimiento. Si te examinan anualmente y las patentes tardan tres años, mejor publicas artículos académicos. Falta el siguiente paso, conectar ese nuevo conocimiento con la generación de un producto o servicio comercial y aplicarlo a un nuevo modelo de negocio. Eso requiere gestores de estos procesos en las universidades, construir un equipo diferente, que incorpore al menos un emprendedor. En México hay que replantear el sistema de incentivos para premiar la aplicación económica o social de las nuevas ideas.
¿Cuentan las empresas con incentivos para vincularse mejor con las universidades?
He trabajado mucho con empresas nacionales e internacionales, y no hay una cultura de colaboración. Hace falta entender que los ciclos de una empresa y los de una universidad son diferentes y que no es sencillo conectarlos. En el caso específico de México, las empresas carecen de capacidad de riesgo para apostar a nuevos desarrollos tecnológicos, ya que por lo general buscan el retorno rápido de su inversión. Empresas sin grupos de innovación e investigación difícilmente conectan su proceso con la dinámica científica experimental. De ahí que los incentivos económicos y fiscales deben ser de mediano y largo plazos. Las empresas con las que trabajamos tienen grupos de innovación incipientes, a los que les permiten experimentar, así que es más fácil hacer programas de dos o tres años con ellos. Otras, más bien multinacionales como John Deere y Nestlé, tienen grupos muy consolidados y saben cómo hacer este proceso. Buscan un investigador que esté publicando en los temas que les interesan, le dan una dotación o una cátedra y una salida hacia su tecnología de procesos o de producto. Lo hacen profesionalmente porque ya aprendieron que esa es la forma de hacerlo.
¿Cuál es su balance sobre la situación actual del país en investigación y desarrollo?
México ha logrado algo muy importante: una masa crítica de talento especializado, poco más de 28 mil personas registradas en el Sistema Nacional de Investigadores. Puede ser pequeña comparada con la de otros países, pero reconocer al investigador por su trabajo es la base para impulsar la investigación y el desarrollo tecnológicos. Así lo hicieron economías nuevas como Israel, Singapur o China; esta última hizo una inversión enorme para repatriar su talento permitiéndole mantener vínculos con las universidades extranjeras de donde retornó; destinó, además, sumas importantes al desarrollo de su talento local, con lo que de un país manufacturero se volvió uno innovador en tecnología, superando a Estados Unidos. Singapur dio incentivos para atraer investigadores de todo el mundo e Israel creó una red con su diáspora.
En México podríamos enlazar la masa crítica local con la que tenemos en el extranjero y crear incentivos y programas para conectar la innovación con el emprendimiento. Los capitales de riesgo que hay en México son escaladores, no financian innovaciones disruptivas. No conozco ningún fondo local con esa orientación, el famoso capital ángel. Es un portafolio de alto riesgo, pero también de altas ganancias. Sin estos instrumentos es muy difícil crear economías basadas en conocimiento. A mí me tomó doce años consolidar mi empresa de sistemas de ingeniería, que hace digitalización de procesos industriales, pues no había forma de obtener un préstamo de tres millones de pesos para escalar rápido, solo podía recurrir a amigos y familia. Hoy tiene 150 empleados. Tuve otra empresa con la que desarrollé en 2003 una tecnología “Web-based” llamada “Manufacturing Execution System”, pero no la pude escalar. El mundo avanza a una velocidad vertiginosa y hay que hacerlo muy rápidamente. Los alemanes, por ejemplo, dan a nuevas empresas esa primera oportunidad de probar un producto en sus procesos.
¿Qué deben hacer las empresas para mejorar su desempeño en investigación y desarrollo tecnológicos?
Mis primeros años en el Tec trabajé mucho con pymes mexicanas. Venía de Inglaterra con modelos para mejorar sus procesos productivos. Encontré que su capacidad de acción era muy limitada comparada con las pymes estadounidenses y europeas: como tienen que sacar la nómina cada quince días, enfocan su talento en ventas y producción. Requieren tecnología y aprender a hacer sus procesos de forma distinta, así que con ellas no bastan los capitales de riesgo, ya que son indispensables los incentivos de gobierno para sus procesos de innovación y desarrollo tecnológicos.
Como emprendedor tecnológico, lo que siempre cuesta muchísimo es la primera venta. Por eso ahora estamos explorando en Nuevo León un modelo semejante al del País Vasco, donde las grandes empresas tractoras, multinacionales mexicanas o extranjeras con una cultura de riesgo, le están dando oportunidad a empresas de base tecnológica para que conecten con sus procesos productivos. Aunque no tengan todavía un producto o un proceso definido, les dan espacio de mediano y largo plazos para desarrollarlo y demostrarlo en su planta. Con el tiempo, creo que dará muy buenos resultados.
¿Cómo puede aumentar en el país la cooperación en innovación y desarrollo?
Uno de los elementos diferenciadores de nuestro plan 2030 son los polos de investigación, innovación y emprendimiento. Para desarrollar una economía del conocimiento o emprendimiento de base tecnológica, lo público y lo privado pasa a segundo plano; así que, en estos ecosistemas de ciudades y regiones, el Tec no juega solo. Las universidades deben dar tiempo a sus investigadores, uno o dos años, para que busquen fondos para comercializar la tecnología o la patente que desarrollaron. Si no es exitoso, al menos hubo un proceso de aprendizaje. Las universidades no lo impulsan porque siguen pensando en la labor formativa como lo más importante. En el Tec de Monterrey ya lo estamos haciendo, así surgió lo de China: el profesor se fue seis meses con su equipo de alumnos a una inmersión total.
¿Qué políticas ayudarían a intensificar la innovación y desarrollo tecnológicos?
Los incentivos fiscales son una inversión para el gobierno, pues si la empresa crece, pagará más impuestos. En sexenios pasados se experimentó con fondos de inversión públicos y privados, eso debe continuar. Lo hizo Israel, con un 80% de capital gubernamental y 20% privado. Hoy es totalmente privado.
El gobierno tiene un rol preponderante, puede dar su primera oportunidad a empresas nacionales como usuario y cliente del desarrollo tecnológico. Muchas empresas extranjeras comienzan en China vendiéndole al gobierno. En ese proceso, digitalizarse es la mejor manera de evitar la corrupción, permite que la información pública sea transparente y la sociedad atestigüe la transferencia de los fondos. Los ciudadanos debemos asumir que el dinero que gasta el gobierno es nuestro y decidir dónde lo queremos, demandando el fondeo de capitales de riesgo y programas de apoyo para el desarrollo de ecosistemas locales y regionales. Es mucho más sencillo trabajar con una ciudad, con una región; hay conexiones emocionales, económicas y sociales. Si nuestros ecosistemas funcionan bien, evolucionarán en economías del conocimiento, primero a nivel de ciudad, luego al de regiones.
¿Cómo pueden las universidades acompañar a las empresas en el salto digital y en las exigencias de la economía del conocimiento?
Las universidades debemos divulgar la cultura tecnológica para que las personas entiendan las implicaciones de cualquier tecnología en su desarrollo y en los cambios de su vida, no solo las tecnologías relacionadas con la información y la comunicación, sino la nanotecnología, la biotecnología, la inteligencia artificial... Vendrán tiempos difíciles si no transitamos adecuadamente de entornos de mano de obra intensiva a la nueva economía del conocimiento. Las personas necesitamos educación, salud y trabajo de calidad, así como un buen sistema social en el cual desarrollarnos. La tecnología ya existe, es un vehículo, un mecanismo más, pero no tenemos claridad sobre sus implicaciones políticas y económicas en las que el desarrollo humano es lo más importante. En el Tec de Monterrey tenemos una visión hacia el 2030 que ubica al ser humano al centro de las cosas para que se desarrolle plenamente.
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