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El silencio de Dios: "Salmos sueltos" (2022), poemario de Evodio Escalante

 

Foto: Carlos Oliva Mendoza (13 XII 2022)

En el diálogo hacia Dios que representan muchos de los salmos bíblicos hay la expresión reiterada de admiración y confianza en el Creador por parte de los seres humanos. Hay también momentos de dolor y de lamento, plegarias de ayuda, reclamos incluso, casi en el tono de Job, ante el infortunio y la injusticia. Sin embargo, nunca está en duda el eventual respaldo de Dios hacia los hombres, la idea de algún designio difícil de anticipar o comprender, pero noble y sabio, que más tarde o más temprano, se expresará de algún modo u otro, mediante un acontecimiento, un razonamiento, una señal. 

El Salmo 27, por ejemplo, dice así: 


"Es tu rostro, Señor, lo que yo busco,
no me escondas tu cara.
Con enojo a tu siervo no rechaces;
eres tú mi defensa,
¡no me abandones, no me dejes solo,
mi Dios y Salvador!
Si me abandonaran mi padre y mi madre,
me acogería el Señor.
Enséñame, Señor, tus caminos,
y guíame por sendero llano.
Líbrame del afán de mis contrarios,
pues contra mí se levantan falsos testigos
que lanzan amenazas.
La bondad del Señor espero ver
en la tierra de los vivientes.
Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba!,
espera en el Señor."

Un mensaje muy distinto se expresa en la obra más reciente del crítico literario y poeta Evodio Escalante (Durango, 1946). Salmos Sueltos se presentó el 29 de noviembre en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en el marco del 25 aniversario de Tintanueva Ediciones, casa editora de este libro de poemas. 

En esta brevísima pero profunda e impactante obra, Escalante toma los atributos formales de los salmos bíblicos, su tono y figuras retóricas, y los usa para escribir 11 poemas de desconcierto, soledad y desamparo. Contenidos en 24 páginas, sus títulos son: 

  1. Salmo 23, 
  2. Hubiera preferido..., 
  3. Dichoso el hombre
  4. Hoy amanecimos con temor...
  5. Señor, deja que te cuente
  6. Que no caiga tu ira...
  7. Hay un revuelo cósmico
  8. Salmo 22, 
  9. El silencio en el cielo
  10. Hiciste caer sobre mi cabeza
  11. Clamor. 

En el Antiguo Testamento de la Biblia, los 150 salmos canónicos son poemas destinados a ser cantados con música de cuerda. En función de su forma, su tipo o su asunto, se les suele clasificar como himnos, súplicas (individuales o colectivas), acciones de gracias, oraciones, lamentos o doxologías (alabanza a la Divinidad). Recopilados a lo largo de varios siglos, varios de ellos ha sido atribuidos a alguno de los reyes de Israel, principalmente David, sea como representante de YHWH en la tierra o de la comunidad ante éste. Su tono oscila entre la celebración, la solemnidad o el amargo reclamo. 

Sin duda, el lamento y la alabanza son los asuntos que emparentan los poemas de Escalante con algunos de los salmos hebreos. Sin embargo, hay dos elementos que resultan cualitativamente distintos de aquellos. 

El primero es que el lamento de los salmos de Escalante no es hacia los infortunios naturales de la vida que sufren las personas buenas, sino las discrepancias ilógicas entre los atributos concedidos a Dios y los hechos sufridos. El segundo es que el reclamo no es directo ni rencoroso (algo habitual en el judaísmo), sino subordinado y respetuoso (más propio del cristianismo católico), subrayando los atributos divinos:


"Señor, yo acepto lo que venga;
tú dispones"

De "Salmo 22"


El efecto combinado de ambos recursos multiplica la fuerza del estupor y del abandono que manifiestan: el sentido de sus preguntas revela dolorosas paradojas y su expresión formal presenta su sustancia de una manera mucho más contrastante y dramática que si lo hiciera de manera directa y airada. 


"Creo firmemente en ti
como quien cree
en el fósforo de sus huesos,
como quien sabe que eres
lámpara en el camino.
Pero aún así sigo sin tus noticias."


De "Que no caiga tu ira..."


"...pero no blasfemé de ti. 
Aquí estoy
esperando una nueva racha de luz,
una fresca bocanada de oxígeno
que me permita continuar,
porque tú eres grande, Señor,
y este universo lo demuestra."


De "Hiciste caer sobre mi cabeza".


Los Salmos sueltos de Escalante me remiten a las paradojas en cuanto a hechos de la vida y preceptos morales exhibidas por Kieslowski en las películas de su Decálogo. Por otra parte, en los Salmos sueltos de Escalante, no sólo no hablan los reyes sobre estas paradojas, sino personas humildes, vulnerables y sencillas: como este vagabundo que recibe caridad y promesas de ser guiado por un Pastor y de recibir ovejas: 


"Pero yo, amigo de los nopales
y las biznagas,
avecindado del maguey,
¿para qué quiero un pastor?
¿para qué quiero ovejas?
Tendré que nacer otra vez
para entenderlo."

Del "Salmo 23". 


O este vendedor ambulante de la Ciudad de México, que refiere la injusticia y la violencia de los poderosos sobre los débiles como él, y ante los cuales los atributos morales y la justicia divina no valen ni se manifiestan por ninguna parte: 


"Mis enemigos son legión,
trabajan para el gobierno.
El otro día
me corretearon los judiciales.
Quedó regada en el piso mi mercancía
y luego ellos mismos se la quedaron.

[...]

No me dan tregua.
Me acuesto y me despierto
entre pesadillas.
Me dijeron que a los injustos
tú les rompes los dientes,
que los zarandeas gacho
y los amedrentas,
pero ya no sé qué pensar. 

De "Señor, deja que te cuente..."

 

Si el Big Bang es el creador, el universo es su eco magnífico. Pero por magnificente, grandiosa o bella que sea la Creación, ésta deviene en un páramo de soledad y silencio ante la ausencia absoluta del Creador, que es indiferente a las súplicas del hombre. Así lo plasma Escalante en sus salmos:   


"Alabamos el mundo que tú creaste
con tu firme y soberana majestad.
Las luminarias que tú creaste,
los cielos y la tierra. 
Eso de ti quedará para siempre.
Lo alabamos.
Pero también hay hambre y dolor
en este trozo del mundo
del que ya no te acuerdas
pero que tú creaste.

[...]

¿Adónde paseas ahora tus vestiduras
y tus blancos manteles?
¿El organdí de tus gasas?"

De "Hubiera preferido..." 


O bien: 

"No acudes en mi auxilio,
eres sordo a mis gritos
y no se si en la altura te sonríes
de mi penoso exilio.
Subes tan alto a tus mansiones,
estás tan abundante en tus espacios
que se aguza el dolor y toda queja
-no importan
sus humanas dimensiones-
se guardará minúscula en la reja.

De "Salmo 22"


Y también:

"¿Te das cuenta?
¡Qué silenciosos
parecen los astros en el cielo!
El sol mismo,
al traspasar el horizonte,
lo hace con sigilo
que mucho contrasta 
con sus calientes bocanadas
que hacen ampollas en la piel.

De "El silencio en el cielo". 


Ante este diálogo sin respuesta, ante este vacío, el tono me recuerda al que usó Bob Dylan en su canción "Dear Landlord" (1967). En cada estrofa de la canción de Dylan se aprecia que, quien interpela, comienza por subrayar su subordinación antes de formular inquietudes a su señor (el terrateniente): por favor no le pongas un precio a mi alma", "por favor presta atención a mis palabras", "por favor no desestimes mi caso". Es decir, el siervo sabe muy bien que está en manos de su Señor, que éste tiene pleno poder sobre él:

"Dear landlord
Please don't put a price on my soul
My burden is heavy
My dreams are beyond control

[...]

Dear landlord
Please heed these words that I speak
I know you've suffered much
But in this you are not so unique

[...]

Dear landlord
Please don't dismiss my case
I'm not about to argue
I'm not about to move to no other place


Sin embargo, la letra de la canción cierra con una exigencia difícil de evadir, porque quien la expresa atribuye al superior una conducta acorde con su presunta magnificencia y, al hacerlo revela que existe una reciprocidad exigible en función de esa superioridad : "Y si no me subestimas, tampoco te subestimaré".  

En lo formal, Salmos sueltos, el poemario de Escalante, es impecable. Amalgama una sabiduría y un oficio líricos que, en su extraordinaria brevedad, resultan sobrecogedores. De manera reiterada, expresan el estupor del abandono divino con la misma convicción con que sus hijos lo acatan. No obstante, Escalante formula esta aparente obediencia y resignación con una ironía que, aunque sutil, resulta imposible ignorar. Así, en las estrofas y versos finales de su obra, Escalante consigue una estocada genial y mucho más osada que Dylan con su canción:


"Clamamos y seguiremos clamando
entre las nubes, 

[...]

Hasta que (como insinúa Fray Luis
cuando traduce el Salmo 130)
Sea el Altísimo Ser
quien acalle los labios
de nuestro último gemido. 

Pero, entonces,
será un silencio ordenado por Él
querido por Él
a su imagen y semejanza."

De "Clamor".  


En la conclusión lógica de este reclamo, el silogismo formulado resulta demoledor: 

Dios es silencio. 


Fuentes consultadas: 

Nueva Biblia de Jerusalén. 

"Psalms." Britannica Academic, Encyclopædia Britannica, 8 Jan. 2020. academic-eb-com.pbidi.unam.mx:2443/levels/collegiate/article/Psalms/61680. Accessed 8 Feb. 2023.

Anuncio de presentación del poemario


Retrato del autor de este texto con el poeta y crítico literario Evodio Escalante
Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, 29 XI 2022. 


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