Presentación del libro Josefina Vicens. Vanguardia silenciosa (2023) de César Guerrero Arellano.
Comentan: Ilse Maricela Viquez Valdez y Laura Rocío Hernández Vera
Modera: María Soledad Rodríguez Moreno
Jueves 29 de agosto de 2024, 15:00 a 16:00 hrs., aulas 2 y 3 de Planta Baja, FLACSO México.
Extractos del libro:
Había quienes afirmaban que las escritoras debían darse voz a sí mismas mediante obras con protagonistas femeninos. La obra de Vicens no podía embonar en ese criterio crecientemente predominante y, a la vez, limitado. [...] “Yo pregunto que si después de leer cómo la mujer de José García resuelve los problemas, ella necesita llamarse Lupita [...] hay literatura buena o mala; no hay literatura femenina o masculina [...]. (En) las Memorias de Adriano, ¿se puede distinguir a la Yourcenar escribiendo como hombre o como mujer? También están los casos de hombres que escriben obras con personajes femeninos; Tolstoi describe maravillosamente Ana Karenina”.
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El machismo es otra cuestión ineludible en esta historia: “Mientras más mujeres se tengan más hombre se es”, advierte el joven. El primer día en la cantina, con los amigos heredados, Luis Alfonso consigue preservar la manera en que quiere ser nombrado gracias a la imitación pendenciera de su padre: “No te gusta Poncho, como tu papá? [...] Me llamo Luis Alfonso y así quiero que me digan [...]. Habla “golpeao”. Se me hace que se le va a quedar lo de Luis Alfonso. [...] Se me hace que ya se me quedó. A esa frase bravucona debo el haber conservado, por lo menos, mi nombre”.
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En el torrente de las letras mexicanas, Tabasco resuena como el fecundo afluente del que han surgido poetas sobresalientes: José Gorostiza, Carlos Pellicer, José Carlos Becerra. A ello debe añadirse que, en los humedales de su capital, nació también Josefina Vicens (1911-1988), la primera narradora en obtener el por algún tiempo mítico premio Xavier Villaurrutia. Lo hizo con El libro vacío (1958), su primera novela, poco después de que le fuera concedido a Pedro Páramo de Juan Rulfo y a El arco y la lira de Octavio Paz (en 1955 y 1956, respectivamente). Casi un cuarto de siglo después, Vicens publicaría su segunda y última novela: Los años falsos (1982), con portada de José Luis Cuevas.
Al morir Vicens, Paz dijo a los periodistas que esta autora legaba una obra “reducida, mas no limitada”, “escasa,pero profunda”, características que también atribuyó al trabajo de Rulfo, de Gorostiza y de Villaurrutia. Sin embargo, a diferencia de ellos, la obra literaria de Vicens ha sido poco visible para los lectores y para la historiografía literaria, con independencia de su calidad y singularidad. ¿Qué hace tan heterodoxa a quien, en palabras de Ana Rosa Domenella, es un “clásico marginal”, a esta “autora de culto”, como la califica Aline Pettersson, a esta precursora de la metaficción en nuestra literatura, como afirma Fabienne Bradu, que tanto la desmarcan de las principales corrientes de la literatura mexicana del siglo XX?
Aunque su obra se asocia con la de autoras como Rosario Castellanos, Guadalupe Dueñas, Amparo Dávila e Inés Arredondo, todas ellas nacidas en la década de 1920, Vicens es una autora que se ubica generacionalmente junto a los escritores nacidos en la década de 1910: Octavio Paz (1914), Elena Garro (1916), Juan Rulfo (1917) y Juan José Arreola (1918).
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