- La revancha de los poderosos, Moisés Naím.
- Salmos sueltos, Evodio Escalante.
- Romance en tres patas, Katie Hafner.
- El autobús perdido, John Steinbeck.
- Ensayo para después del naufragio, Francisco Valdés Ugalde.
- Ulises en la tierra baldía. Literatura y vida en 1922, Guillermo Máynez Gil.
- Historia mínima de la transición democrática en México, José Woldenberg.
- Enola Holmes. El caso del marqués desaparecido, Nancy Springer.
- Enola Holmes. El caso de la dama zurda, Nancy Springer.
- Sólo círculos, María Ella Gómez Rivero.
- Li, Adriana Tafoya.
- Bestiario de mis exxxes, Svetlana Garza.
- Algunos desiertos poemas de amor y desamor (breve antología), Ulises Paniagua.
- Raíces de mangle, Queta Navagómez
- El sacbé de lunas encendidas, Francis Mestries.
La muerte de Rita Guerrero, ayer, 11 de marzo de 2011, me trae a la mente muchos momentos de mi historia personal. Mis intentos por escribir poesía estaban íntimamente vinculados a lo que la música, las letras, las presentaciones en vivo de Santa Sabina, me inspiraban. Fueron la compañía más inmediata y constante de mi adolescencia y de mis años universitarios. Representaban una parte significativa del ambiente del cual uno se nutre para definirse a sí mismo. Eran un ejemplo directo a seguir cuando yo mismo quise ser músico, cuando mis amigos y yo (Alejandro Alva, Ernesto Herman, Carlos Galván) compusimos nuestra propia música y montamos nuestra primera y única presentación en vivo como el grupo Sendas Olvidadas. Escuché por primera vez a Santa Sabina en la radio, en Rock 101. Canciones de su primer disco homónimo (1992) y poco después, de Símbolos (1994) que produjo Adrian Belew (King Crimson). La mítica estación de rock obsequió boletos para un concierto de promoción del nuevo dis...
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