ARTHUR CONAN DOYLE Y SU PIRATA
Así como Robert Louis Stevenson puede evocar de inmediato en la memoria de los lectores dos títulos (La isla del tesoro1 y El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde), nombrar a Arthur Conan Doyle puede traer a la mente al detective más famoso del mundo: Sherlock Holmes.2 Por ello es que muchos se sorprenderían al saber que ambos autores tenían en común algo más que ser escoceses y una activa aunque breve correspondencia:3 las historias de piratas.
Hay muchos aspectos que merecen la pena en la vasta obra y polifacética vida de Conan Doyle,4 quien por cierto nació en el mes de mayo de 1859. Junto con las cuatro novelas y cincuenta y seis relatos que a lo largo de cuarenta años dedicó a narrar los métodos deductivos de su extravagante detective, define a su obra la pasión de contar historias sobre una variedad de tópicos excepcional.
Sin menoscabo de sus mejores novelas, el Conan Doyle más emblemático es el que condensó sus dotes narrativas en el cuento. En 1891, este género convirtió a Sherlock Holmes en un fenómeno de ventas y a su autor en un acaudalado escritor de tiempo completo. Y es en sus cuentos en los que se encuentran motivos tan variados en su literatura como el boxeo, el terror, el misterio, la aventura, la ciencia ficción, la antigüedad, la profesión médica o los hombres de mar.
El cuento predomina en tres de los cinco personajes a los que Conan Doyle dedicó más de una obra: el ya citado Sherlock Holmes, el brigadier Gerard (húsar del ejército napoleónico)5 y el capitán Sharkey (pirata en el Caribe), mientras que Sir Nigel (escudero medieval) protagonizó dos novelas, y el profesor Challenger (iracundo y simiesco naturalista) dos cuentos y tres novelas.
Los cuentos sobre el capitán Sharkey fueron escritos en la segunda mitad de 1896, en la campiña al sureste de Londres, en el pueblo de Hindhead, condado de Surrey, mientras Conan Doyle, de treinta y siete años, construía una casa para su familia: Mary Louise, de siete años, Kingsley, de tres, y Louisa, su esposa, quien había enfermado de tuberculosis a pocos meses de dar a luz al niño.
En la correspondencia con su madre, Conan Doyle explica que tras terminar de escribir su libro Uncle Bernac, una fallida novela napoleónica, “no haré otra cosa que escribir cuentos por un tiempo. Tengo un contrato grande por ellos” (carta del 18 de agosto de 1896).6 En una misiva posterior y sin fecha, especifica que está trabajando en cuentos de piratas, de los que ha escrito tres de seis, después de lo cual piensa darse un descanso, ya que “desde hace un buen tiempo no he tenido uno”.7
Sharkey es el único villano entre los personajes seriados de Conan Doyle. Le corresponden cuatro cuentos: “El gobernador de St. Kitts”, “Las dos barcas”,8 “El viaje de Copley Banks” y “La plaga de Sharkey”.9 Todos se publicaron en la revista Pearson, los tres primeros en enero, marzo y mayo de 1897, respectivamente, y el cuarto en abril de 1911.10 Anteceden, por cierto, a la novela El corsario negro, de Emilio Salgari, que se publicó en 1898.
El pirata de apellido irlandés nació y murió el mismo año de cara a los lectores, ya que el cuento publicado en mayo narra su fin. Aún no consigo aclarar si el rezago en la publicación del cuarto cuento obedece a los editores o si fue escrito aparte de los otros.
Tres características hacen temible a este personaje: su aspecto físico, su crueldad y su inteligencia. En todas ellas, Conan Doyle eligió matices que lo distinguen de lo obvio. Respecto de lo primero, el contexto nos hace suponer que es un hombre maduro, ya que la cadena de sus agravios es larga y su astucia es como la del diablo: fruto del tiempo más que de la maldad.
Un pirata debe ser cruel y despiadado por congruencia y efectismo literarios, pero Sharkey lo es no sólo por hablar con rudeza o proferir amenazas espeluznantes, sino por el hecho de que es un criminal: la práctica se antepone a sus dichos. A no ser por su indomable energía para la embriaguez, el asesinato y el mal genio, así como por sus reflejos y su pericia en el tiro, podría ser un viejo. “Sus ojos son de un azul muy débil, con párpados ribeteados de rojo”11 […] “como los de un bull terrier”.12 La tez de su rostro afeitado es cadavérica y la nariz, puntiaguda y altanera.13 Su aspecto físico es, por lo tanto, desagradable, pero no de una juventud, estatura o fortaleza que lo hagan ver particularmente amenazador.
Pero lo que a mi juicio hace que sea tan digno de temer es su astucia, en la que demuestra lo mucho que se anticipa a los pasos de sus contrincantes y a las expectativas del lector. Además de rufián es, sobre todo, un hombre calculador ante el cual, para cuando esto resulta evidente, es ya muy tarde.
A los méritos del personaje deben añadirse el equilibrio con el que están estructuradas y ambientadas estas historias y el ritmo con el que se desarrollan. Sin vulnerar el desarrollo de la acción, detalles bien seleccionados le dan color y viveza a la geografía del Caribe y a sus personajes, así sean los breves antecedentes sobre sus orígenes múltiples (“pertenecía a esa extraordinaria clase de personas de religión puritana que se descarrían”),14 su atuendo de época (“Llevaba en la cabeza una peluca de las llamadas de Ramillies”),15 sus hábitos y aficiones (“¿Qué tal juega usted al piquet?”)16 o los derroteros por los que protagonista y antagonistas se persiguen (“Tanto en Kingston como en Port Royal había fuertes y artilleros a cargo de sus cañones”).17
Vale la pena destacar también la calidad de los diálogos, sin la que cualquier personaje se torna acartonado e inverosímil (“¿Que no te matemos, grandísima bruja? Te sobran veinte años para que te perdonemos la vida”),18 el buen conocimiento del lenguaje náutico y de sus maniobras19 (“desde el eje del timón hasta el espolón del tajamar” / “empezaron a soplar desde la costa de Sussex las primeras ráfagas de tramontana, la botavara se columpió, la vela mayor se tensó y la pequeña embarcación empezó a deslizar con la proa en dirección al Atlántico”)20 y la precisión lingüística con la que se producen en el lector imágenes nítidas (“sin otro resultado que el de recoger, en el lugar donde el barco había estado anclado la noche anterior, una maroma de cáñamo que flotaba en las aguas”).21
Con todo y su brevedad, en estos cuentos el argumento suele tener giros de la trama previos al desenlace. Pero no habría más historias de piratas. Tan pronto la primera de ellas aparecía publicada, otros proyectos ocupaban a Conan Doyle, además de la construcción de su casa. En sus cartas del 31 de enero y del 19 de febrero de 1897, le dice a su madre que se ha comprado un caballo al que ha nombrado Brigadier, que monta a diario con gran éxito en el pueblo, y que está trabajando en su novela La tragedia del Korosko, basada en sus seis meses como corresponsal en Egipto, por la que además había logrado vender en una cifra récord los derechos para su publicación seriada en la revista The Strand.22 Asimismo, el 15 de marzo conocería y se enamoraría en Londres de la veinteañera Jean Leckie, quien tras la eventual muerte de Louisa en 1906, se convertiría en su segunda esposa.
Con estos cuatro cuentos concluye un periodo de trabajo en obras históricas con las que Conan Doyle buscó alejarse de Sherlock Holmes. Son un puñado, pero en ellas se revela un conocimiento detallado y consistente del Caribe del siglo xvii y el empleo de las dotes que mejor lo caracterizan como narrador para evocar vívida y apasionadamente ese mundo de peligros, crueldad y venganza. ~
NOTAS:
1. Publicada en 1883.
2. Presentado a los lectores mediante la novela Estudio en escarlata, publicada en 1887.
3. Debido a la prematura muerte de Stevenson.
4. Ver mi artículo “Conan Doyle: el hombre detrás del detective”, en Algarabía, núm. 30, diciembre de 2006 - enero de 2007, pp. 34-39.
5. Ver mi artículo “Conan Doyle y el brigadier Gerard”, en Este País, núm. 220, julio de 2009, pp. 4-10.
6. Arthur Conan Doyle: A Life in Letters, editado por Jon Lellenberg, Daniel Stashower y Charles Foley, Harper Press, London, 2007, p. 375.
7. Ib., p. 376.
8. Titulado en una edición posterior como “El trato que dio el capitán Sharkey a Stephen Craddock”.
9. Todos ellos se pueden leer en <www.arthur-conan-doyle.com>, mientras que la versión en español se puede leer en Historias de piratas, Valdemar, Madrid, 1997.
10. The Arthur Conan Doyle Encyclopedia <https://www.arthur-conan-doyle.com/index.php?title=Sir_Arthur_Conan_Doyle:Captain_Sharkey>, consultada el 4 de abril de 2017.
11. Conan Doyle, Historias de piratas, p. 22.
12. Ib., p. 27.
13. Ib., pp. 49 y 50.
14. Ib., p. 39.
15. Ib., p. 18.
16. Ib., p. 19.
17. Ib., p. 39.
18. Ib., p. 73.
19. Que no es de extrañar, dado que Conan Doyle había navegado tanto por el Ártico como por la costa occidental de África.
20. Ib., p. 34.
21. Ib., p. 95.
22. Lellenberg, Stashower y Foley, op.cit., pp. 377 y 379.
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