Por Pedro Martín Aguilar
Ex alumno del Colegio Madrid, A.C.
Una de las más grandes virtudes del Colegio
Madrid es la profunda formación humanística que ofrece. En un mundo cada vez
más despojado de la concordia crítica, de la calidez del factor humano, lo que
nos hace falta es lo que nos enseñó esta escuela: el rescate de la deliberación
entre las personas, la pureza del diálogo. No es ocioso, pues, indagar en el
quehacer de los egresados del Colegio, ya que muchos de ellos luchan
diariamente por estos valores, desde sus particulares frentes de batalla: “Y de
pronto no soy/ sino las huellas que recojo,/ las huellas que he dejado enterradas
sin saberlo,/ olvidado en la memoria de otros”.
Es el caso de la poesía de César Guerrero,
que, en su tercer poemario, En la pureza del azul, publicado en 2005 por Ediciones Urdimbre, da cuenta del potencial
creador que tiene una individualidad en constante búsqueda de sí misma… ¿Qué es
la poesía? ¿Cuál es la poesía del ser, del ser individual en contacto con el
mundo?, parecen ser las líneas de pensamiento que dirigen el libro,
formalizadas en una estructura de hermosa sobriedad, de depuración cromática. A
la usanza de Juan Ramón Jiménez, César Guerrero se afilia a la entrañable
escuela de la armonía física: poesía es, al fin y al cabo, una aproximación
mágica, animista, quirúrgica, al centro oculto de la materia, hallazgo de la
palabra única para enunciar el núcleo deletéreo de eso que llamamos esencia, de
ese componente que hace que las cosas sean sensorialmente reales, pero, al mismo
tiempo, sin desasir su sombra fantasiosa, trasfondo mineral en que el
pluralismo rellena los huecos divinos donde nacen los significados.
“Elasticidad que es gracia,/ unidad que es
forma,/ luz/ que decanta al discurso,/ que extiende el pergamino etéreo/ de la
música”, en los versos de César Guerrero puede refundarse un universo que antes
creíamos dividido: el Eros pone Orden otra vez sobre el Caos, la luz fluye como
unidad rítmica del nuevo mundo, y esa unidad, poesía, impera como un color
absoluto en la paz lactante del ser. El azul, el azul de Darío, el azul de
Bataille, son los horizontes sosegados a los que aspira sublimarse la estrofa de
César Guerrero. Un azul tan intenso de puro, un azul librado de corrupción
mundana —pero sin olvidarse de nosotros, el mundo—, adquiere el contorno
idéntico de la esperanza si es logrado distribuirse con las notas precisas, con
las texturas y los pasos de danza más certeros, los más humanos. Cada lector de
En la pureza del azul juzgará si este viaje con sed de absoluto
logra cristalizarse como una pieza a considerar dentro de la gran escalera de
artistas que llevan siglos ascendiendo, escalonando nuestra memoria celeste.
Por lo pronto, cabe decir que, en cualquier caso, el viaje propuesto por el
poeta tiene algo muy seguro: la defensa de la integridad humana, dignidad del ser
consigo, y eso, en los tiempos que corren, ya es algo que celebrar: “Y así,
desde el reino/ que gobierna el espacio/ de su cuerpo/ el hombre se ha sentado/
y sonríe…”.
Sigamos siendo comunidad: leamos a nuestros
ex alumnos.
Publicado en Nosotros Ahora, Colegio Madrid, México, D.F., No. 5, diciembre de
2013, p. 12.
http://www.colegiomadrid.edu.mx/index.php/padres/revista-nosotros-ahora
Comentarios