No había tenido oportunidad de compartir con quienes consultan este blog una breve nota sobre La historia platicadita, reciente ejemplar de "La colección Algarabía", publicado en 2012. Circula en tiendas y librerías de todo el país desde hace algunos meses (desde marzo por lo menos).
En todo caso, sus editores me solicitaron escribir un Prólogo al mismo, que aquí comparto para que se animen a leer tan amena antología (si es que no lo han hecho ya):
PRÓLOGO A LA HISTORIA PLATICADITA
La
historia es más cotidiana de lo que se cree y sólo hace falta un poco de
curiosidad para darse cuenta de ello. Todos los días nos topamos con la
herencia del pasado: la lengua que hablamos, la religión y/o las ideas que
profesamos, las instituciones mediante las cuales organizamos nuestra conducta
pública y privada, las artes y el entretenimiento con que recreamos nuestro
ocio, el trazo y nombre de las calles que recorremos a diario, las casonas,
iglesias y monumentos que testimonian formas de vida que casi han dejado de
existir pero que conviven con las construcciones más recientes. Cuando nos
preguntamos ¿por qué las cosas son como son?, o incluso, ¿por qué ya no son
como antes?, la respuesta siempre está en el pasado.
Prueba de lo anterior son los
artículos que compendia este libro, pues desafían con gracia y con fortuna nuestro
concepto tradicional de historia, ése que tiene que ver con la historia
política de los pueblos que se nos enseñó en la escuela. En lugar de eso, se vinculan
con las corrientes historiográficas más modernas en la ya añeja disciplina del
historiador: la historia cultural, la que nos ha demostrado que prácticamente
todo lo que ocurre y transcurre socialmente es susceptible de ser historiado, como
por ejemplo el box, las campañas higiénicas en el porfiriato o las antitabaco
en el nazismo.
En este libro los lectores
encontrarán amenos y variados artículos que en cierto modo exponen historias de
corta, mediana y larga duración, tal y como las definió Fernand Braudel. Si
bien estas últimas pueden ser, conforme al pensamiento de este influyente
historiador y teórico francés, tan extensas como las eras geológicas que
definen el espacio físico en el cual se desarrollan las sociedades humanas, este
breve tomo ofrece textos sobre periodos menos largos pero sí muy prolongados
como el matrimonio occidental, la celebración de la Navidad y los mil años de
duración del Imperio Bizantino. En el
otro extremo, usted encontrará historias más cortas, anécdotas como las que
dieron pie al ”Síndrome de El Jamaicón” o fragmentos de biografía y crónica, como
ocurre con el muy ilustrativo y ameno recorrido (1839 – 1842) de la marquesa
Calderón de la Barca por el México recientemente independizado de España o con
la emocionante y trágica carrera entre Scott y Amudsen para convertirse en los
primeros hombres en llegar al polo Sur (1911 – 1912).
Entre los grandes historiadores
de nuestro país, el referente más importante para la microhistoria es la obra
fundacional de esta corriente historiográfica en México, Pueblo en vilo: microhistoria de San José de Gracia (1968), de Luis
González y González, sobre su lugar de origen en Michoacán. Aquí se puede
encontrar una breve muestra de esa corriente en el artículo sobre la migración al
valle de Puebla de los barcelonetas, oriundos de un pequeño pueblo de los
Alpes, y a la cual debemos la presencia de apellidos y empresas hoy bien
conocidos en nuestro presente como Derbez, Ebrard, Fábricas de Francia o
Liverpool.
Ya es un sello de la casa el
que los textos que Algarabía convoca
se distingan por ser muestras de asombro, curiosidad y creatividad. Con un
título coloquial, esta antología de
artículos publicados en la revista se presenta a los lectores como obra de
divulgación. Mas no se trata de aquella que realizan los especialistas hacia
los legos sino de otra, escrita con la óptica de quienes, curiosos e inquietos,
gustan de ponerse del lado de los que escriben las obras académicas para
compartir su asombro entre sus semejantes en el mejor tono de la tertulia.
Nótese que esta variedad lúdica
y no convencional con la que se aborda la historia en este libro es
precisamente a lo que se dedican en la actualidad los historiadores más serios
y de vanguardia. La historia platicadita
nos ofrece ejemplos de microhistoria, historia local, crónica, biografía, anécdota,
historia cultural o de la vida cotidiana que estimularán y renovarán en más de
uno el interés por el pasado.
Si bien la disciplina histórica
se construye sobre el ladrillo del hecho histórico, es decir, un suceso objetivo
que debe ser corroborado con evidencia empírica a partir de fuentes fidedignas,
los procesos que explican los hechos históricos son mucho más complejos e
inasibles que la mera sucesión de sucesos registrados en soportes físicos
(manuscritos, fotografías, etc.)
Para darles un sentido que los
explique de manera coherente se requiere imaginación, indispensable para
producir una interpretación plausible de la historia que integre en una sola
narración esos vestigios del pasado dispersos en la vorágine de nuestro
presente y sin los cuales no es posible comprendernos del todo. En esto hay un
elemento de subjetividad inevitable y también muchos otros de índole contextual
que trascienden al historiador, quien realiza su trabajo por razones
científicas, sí, pero también por motivaciones afectivas, con base en teorías
historiográficas y de otras ciencias sociales y por necesidades de la sociedad
en la que le tocó vivir.
Pero hay además algo que
aproxima a la historia con la belleza: la narración. Si bien lo que la historia
narra no puede ser ficción, la transmisión de los hechos verídicos demanda del
historiador un uso estético y preciso del idioma. Y es en esto en lo que la
historia está tan cercana a la literatura —sin llegar a serlo por supuesto. Esa
capacidad de recrear, por medio de la palabra, aquello que ha dejado de existir.
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