Cristián acaba de recibir y compartirme los ejemplares impresos de su segundo poemario publicado. Se trata de Curso de inducción a la poesía (Ed. La pluma del ganso, México, D.F., 2008). Es un libro extraordinario y memorable. Se los presento aquí mediante la portada, el prólogo que escribí hace tres años para él y una selección de los poemas que contiene.
Prólogo a Curso de inducción a la poesía, poemario de Cristián
Aunque esporádicos, son bien conocidos los textos escritos por autores consagrados –no necesariamente en fama pero sin asomo de duda consagrados en oficio– como guía para escritores noveles. Cartas a un joven poeta, del poeta Rainer María Rilke o el Decálogo del perfecto cuentista de Horacio Quiroga. Cartas de navegación, consejos para no extraviar el camino y llegar a buen puerto: escribir con arte, obtener una obra que trascienda. A diferencia de la crítica, ejercida por la mayoría de los autores, este tipo de textos son testimonios de la praxis más que argumentaciones teóricas y eruditas. Las anima un espíritu didáctico o, mejor dicho, cómplice, entre un escritor maduro y uno que apenas empieza. Son un autorretrato, un mirarse con inquisición en el espejo de la memoria.
El libro que el lector tiene en sus manos es todo esto y un poco más. Lo ha escrito un poeta maduro, con un oficio constante a lo largo de décadas. Todo él representa un diálogo, ya sea consigo mismo o con un interlocutor, bajo el supuesto de que intenta, como él, ser un poeta. En esto se parece a los demás. Pero contiene algunas sorpresas. Al mirar el índice observamos una estructura académica de contenido poético, mas ninguna de las lecciones que anuncia es prosa, sino verso. Cuando termine de leer cada poema, usted convendrá conmigo en que ninguno de ellos es sólo verso, sino poesía. Así, sin adjetivos.
Esto es posible porque Cristián no se propuso escribir un libro como éste. Lo que Cristián sí se ha propuesto es escribir poesía. Se lo propone desde hace mucho, todo el tiempo, cada noche. Sus poemas son el fruto de una vida que florece porque, antes que otra cosa –como ser materia prima para el vino– la vid vive; una vid cuyas ramas se extienden en todas direcciones y que brotan con enorme variedad. Aquí no están todas las uvas. Hay muchas más, cuyos temas y formas son muy otros y con las que éstas habían estado mezcladas.
Así, la botella que contiene este vino es circunstancial. Estos poemas se fueron acumulando debido a la duda permanente sobre qué es y para qué la poesía. Al menos, para Cristián, esta duda ha sido constante en la práctica de su oficio y cada poema de este libro representa el ensayo de una respuesta. La palabra “Curso” es un disfraz, una máscara atractiva que seduce con misterio la mirada. “Inducción” es el rostro verdadero y preciso, pues lo es en el sentido de exhortación a la poesía, para él mismo y para otros como él, pero también en el sentido de edificar una idea general a partir de hechos particulares. Inducción porque esta obra no es teoría sino praxis, una praxis apasionada, metódica, autocrítica.
El libro que tiene en sus manos es una poética, testimonio añejo y verdadero de un poeta que seguirá cuestionando la esencia y los motivos de su oficio. En el breve pero memorable conjunto de libros que pertenecen a este subgénero, tengo el presentimiento de que será difícil encontrar una sinceridad y calidad semejantes por mucho, mucho tiempo.
César Guerrero.
México, D.F., agosto – diciembre de 2005.
SELECCIÓN de Curso de inducción a la poesía
De "Sobre el tamaño de los poetas"
La Tarea Cotidiana
Los poetas menores no saben expresar
los grandes temas:
sus vidas duran un instante;
sus muertes son muchas, pequeñas, cotidianas,
y les muerden el aire que respiran;
sus destinos se agolpan en una hora
pues ignoran el modo
de conjugar los verbos en futuro.
Sus textos son minucias del alma torturada
por un golpe de acaso;
sus voces tienen la profundidad
de un vaso, de una fuente, de un paisaje;
sus penas tienen nombres y apellidos.
Los poetas menores sólo saben contar
el tiempo que vierten los relojes;
del espejo, sus ojos sólo abarcan el rostro que los mira;
de la noche no entienden
más que las sombras que llenan su silencio
y del viento el susurro que empaña sus oídos.
Ellos cumplen la inhóspita faena
de marchar unos pasos delante de nosotros
señalando las piedras del sendero
para que podamos llamarlas por su nombre.
De "La voz de los poetas"
4. Un síntoma inequívoco
Un hondo síntoma de que escribimos
es cuando los detalles nos agreden
con su breve aguijón,
con su pequeña presencia llena de algo
capaz de envenenarnos la calma con su imagen.
Es inútil
tratar de recurrir a la distancia
cuando un detalle lacera nuestra paz,
cuando nos duele hasta el eco de su esencia
que busca penetrar en nuestra voz,
cuando su menudencia dolosa se nos vuelve
un agudo fragmento del insomnio
que punza sin cesar nuestra memoria.
Un hondo síntoma de que escribimos
es intentar deshacernos de la espina
escondiendo su punta en una página
en espera de un lector
y su descuido.
Cristián. Nacido en 1960, algún tiempo después aprendió a leer y, según parece, también a escribir. Su principal temática gira en torno a cualquier cosa, y generalmente la perpetra en forma de poesía, cuento o ensayo, indisciplinas de las que dirige talleres gratuitos y no tanto desde hace más de 20 años.
Eventual y furtivo aparecido en revistas (de papel y electrónicas), páginas de internet y recitales individuales o colectivos. Después de varios intentos de definirse a sí mismo, todo indica que terminó por desistir y, a la fecha, nadie más se ha interesado en el asunto.
Jamás desprecia un buen café ni un cigarrillo de cualquier calidad.
En el año 2005 publicó un libro: amanuense.
Todo lo demás referente a él no importa.
Se desconoce aún la fecha de su muerte.
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