Recuerdo muy pocos días nefastos y dolorosos para México. El temblor que sacudió la ciudad de México el 19 de septiembre de 1985, el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994, y el atentado presumiblemente narcoterrorista de este 15 de septiembre de 2008 en Morelia, Michoacán.
No son los únicos, es cierto, ha habido otros acontecimientos igualmente desgraciados y nefandos, como la matanza de Aguas Blancas, las constantes muertas de Juárez, el tráfico ilícito de personas y las redes de pedófilos. Pero sí son, me parece, particularmente graves por lo que representan para el conjunto de los mexicanos.
Por desgracia, sus causas y efectos no hacen sino empeorar. Qué va de una desgracia natural como el terremoto de 1985, al asesinato de un candidato presidencial por no sabemos bien qué choque de intereses entre las cúpulas del poder, al asesinato de civiles durante una fiesta cívica tan emblemática como la fiesta de Independencia sólo para desquitarse con el presidente en turno y en particular, con el trabajo de un Estado completo, por el combate que realizan contra la delincuencia organizada.
El cinismo de los narcotraficantes es de una frialdad despreciable. Obnubilados por su poder e intereses, por su ambición, la han emprendido contra todos nosotros. En su inmenso ego, su megalomanía, la vida de cualquiera que no sean ellos mismos les es despreciable, les da lo mismo que esté uno dentro o no. Su violencia ya no sólo se dirige contra sus enemigos en los grupos rivales, contra los mandos policiacos y militares, contra los periodistas, sino contra cualquiera que se atraviese en su camino, cualquiera que los mire y los identifique, cualquiera que pase por ahí. Para muchas personas en este país, el narcotráfico las ha secuestrado como su carne de cañón.
Lo de ayer es grave no sólo por las muertes, por los heridos, sino por todo lo que representa y significa. ¿Por qué Morelia? ¿Porque de esta ciudad es oriundo el Presidente Calderón? ¿Por qué una noche del Grito de Independencia? ¿Porque quieren sojuzgarnos para que puedan hacer y deshacer? ¿Por qué la gente de a pie? ¿Porque todos nosotros somos enemigos suyos?
Por dolorosos que sean, esta clase de acontecimientos no son lo peor que puede ocurrirnos. En realidad, lo peor que nos puede pasar como mexicanos es aceptar esta violencia. Lo peor que nos puede pasar es el silencio. Lo peor que nos puede pasar es el grillete del miedo. ¿O qué se piensan? ¿Que las autoridades se van a replegar? ¿Que los ciudadanos vamos a decirles "mejor no se metan con ellos"? ¿Piensan que nadie los va a denunciar? ¿Que todos vamos a decir "yo no vi nada"? ¡Cómo nos subestiman!
Ni resignación, ni silencio, ni temor. No nos van a atemorizar, no nos vamos a resignar, no nos vamos a callar.
No son los únicos, es cierto, ha habido otros acontecimientos igualmente desgraciados y nefandos, como la matanza de Aguas Blancas, las constantes muertas de Juárez, el tráfico ilícito de personas y las redes de pedófilos. Pero sí son, me parece, particularmente graves por lo que representan para el conjunto de los mexicanos.
Por desgracia, sus causas y efectos no hacen sino empeorar. Qué va de una desgracia natural como el terremoto de 1985, al asesinato de un candidato presidencial por no sabemos bien qué choque de intereses entre las cúpulas del poder, al asesinato de civiles durante una fiesta cívica tan emblemática como la fiesta de Independencia sólo para desquitarse con el presidente en turno y en particular, con el trabajo de un Estado completo, por el combate que realizan contra la delincuencia organizada.
El cinismo de los narcotraficantes es de una frialdad despreciable. Obnubilados por su poder e intereses, por su ambición, la han emprendido contra todos nosotros. En su inmenso ego, su megalomanía, la vida de cualquiera que no sean ellos mismos les es despreciable, les da lo mismo que esté uno dentro o no. Su violencia ya no sólo se dirige contra sus enemigos en los grupos rivales, contra los mandos policiacos y militares, contra los periodistas, sino contra cualquiera que se atraviese en su camino, cualquiera que los mire y los identifique, cualquiera que pase por ahí. Para muchas personas en este país, el narcotráfico las ha secuestrado como su carne de cañón.
Lo de ayer es grave no sólo por las muertes, por los heridos, sino por todo lo que representa y significa. ¿Por qué Morelia? ¿Porque de esta ciudad es oriundo el Presidente Calderón? ¿Por qué una noche del Grito de Independencia? ¿Porque quieren sojuzgarnos para que puedan hacer y deshacer? ¿Por qué la gente de a pie? ¿Porque todos nosotros somos enemigos suyos?
Por dolorosos que sean, esta clase de acontecimientos no son lo peor que puede ocurrirnos. En realidad, lo peor que nos puede pasar como mexicanos es aceptar esta violencia. Lo peor que nos puede pasar es el silencio. Lo peor que nos puede pasar es el grillete del miedo. ¿O qué se piensan? ¿Que las autoridades se van a replegar? ¿Que los ciudadanos vamos a decirles "mejor no se metan con ellos"? ¿Piensan que nadie los va a denunciar? ¿Que todos vamos a decir "yo no vi nada"? ¡Cómo nos subestiman!
Ni resignación, ni silencio, ni temor. No nos van a atemorizar, no nos vamos a resignar, no nos vamos a callar.
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